domingo, 6 de diciembre de 2015

Publicación en el períodico EL TIEMPO: Con arte y robótica, una maestra le quita niños a la violencia

Con arte y robótica, una maestra le quita niños a la violencia

Allí, las segundas oportunidades se crean con arte y circuitos. A los alumnos les enseñan a pensar.

 
Se busca que alumnos de colegios distritales potencien el trabajo colectivo y creativo con la ciencia y la tecnología.
Foto: Cortesía: Secretaría de Educación
Se busca que alumnos de colegios distritales potencien el trabajo colectivo y creativo con la ciencia y la tecnología.
Está convencida de que la creatividad nace en la escasez, como nacen las cosas negativas. Por eso, para esta maestra del colegio distrital Fabio Lozano Simonelli de Usme la clave está en enseñarles a sus estudiantes a pensar.
Prototipos, circuitos y software son las armas con las que diariamente Alexandra Sierra alienta a niñas, niños y jóvenes a cambiar la violencia por esperanza, en un entorno donde es cotidiana la falta de oportunidades. Eso es Robarte, un proyecto en el que jóvenes del sur de la capital encontraron un refugio y un escenario para impulsar sus talentos.

“En el 2010, a uno de los profesores del colegio lo robaron cerca del plantel. Entonces decidimos hacer algo para mostrarles a nuestros estudiantes que hay otras opciones diferentes a las violentas, y que a pesar de vivir en una realidad tan compleja como la de Usme, es posible lograr grandes cosas”, dice esta joven profe de bachillerato que encontró en la robótica educativa un ‘anzuelo’ para la creatividad de sus pupilos.
Alexandra aprendió a manejar un software gratuito de programación, compartió este aprendizaje a sus estudiantes y con palos de escoba y bolas de icopor diseñaron los primeros prototipos: robots con brazos artificiales animados que abrían y cerraban sus ojos al contacto con la luz.
Los maestros Sandra Cárdenas y Boris Rocha se unieron a este equipo de creativos de los circuitos para mejorar el diseño de los modelos y ayudarles a los chicos a perder el miedo, a creer en ellos mismos. Además, recibieron el apoyo de C4: Ciencia y Tecnología para Crear, Colaborar y Compartir, un convenio entre la Secretaría de Educación del Distrito y el Centro Ático de la Pontificia Universidad Javeriana que busca que estudiantes de colegios distritales potencien el trabajo colectivo y creativo con la ciencia y la tecnología.
Con licencia para soñar
Todo este apoyo ha impulsado mucho más las ganas de salir adelante de los 250 alumnos de primaria y bachillerato que hacen parte de Robarte. Andrés Contreras, un estudiante que presentaba bajo rendimiento académico y tenía problemas con las drogas, es uno de ellos. A la clase de la profesora Alexandra, llegó justo cuando su papá quería sacarlo del colegio para llevárselo a cargar bultos en Abastos.
Fue en ese momento cuando con C4 grabaron un video en el que Andrés aparecía. Él se emocionó tanto que despertó a todos en su casa un domingo a las 6 de la mañana “para que lo vieran hacerse famoso”. Su madre, al descubrir la pasión que su hijo tenía por esa clase, enfrentó al padre del menor y evitó que el muchacho abandonara sus estudios.
Ahora, Andrés es uno de los más ‘pilos’ del colegio, fue promovido de octavo a noveno de bachillerato y se alejó para siempre de las drogas porque, como le dijo la profe Alexandra, “la robótica es para la gente ‘pila’, y para eso hay que cuidar las neuronas”.
Por historias como estas, Alexandra continúa trabajando sin descanso. Ahora se prepara para empezar un doctorado en TIC en la Universidad de Tilburg, de Holanda, donde espera crear un videojuego para que los niños aprendan de forma divertida nociones básicas de robótica. “Con esto espero que Robarte no solo se quede en un salón de clase, sino que pueda conectar a cientos de niños en línea en el país y, por qué no, en el mundo”.
Giovanny Moreno, de 18 años, disfruta de la pasión de crear prototipos en Robarte.
Mientras que esta maestra del Distrito, que ha construido su capital intelectual gracias a becas y concursos, empieza a escribir este nuevo capítulo, sus estudiantes seguirán aquí alimentado sus sueños: Natalia Chinchilla de 15 años quiere ser azafata “para viajar tanto o más que la profe”; Giovanny Moreno de 18, cambió el dolor del desplazamiento forzado por la pasión de crear prototipos, y Andrés Triana, de 15, que gracias a esta docente se subió por primera vez a un ascensor para ir a un estudio profesional de grabación, empieza a construir su proyecto de ser cantante.
Todos saben que no va a ser fácil salir a buscar un mejor futuro, nunca lo ha sido. Pero hoy más que nunca están convencidos de que siempre valdrá la pena ‘robarle’ protagonismo a la desesperanza para darse la oportunidad de crear, imaginar y aprender.
Profe Alexandra Sierra (Izquierda), Boris Rocha (Medio), Sandra Cárdenas(Derecha)